lunes, 29 de diciembre de 2014

Resolución Concurso Literario De Narrativa Corta y Poesía “NOCHES BLANCAS”

Como ya sabréis, el pasado 19 de Diciembre se hizo entrega de los premios a los ganadores de nuestro concurso literario navideño.
El comité de lectura, formado por los responsables de biblioteca y el equipo directivo, eligió las creaciones de NEREA MACÍAS (del módulo de Plasenzuela) y ALFONSO CASTRO (del módulo de La Cumbre), ambos en la categoría de alumnos; y a ESTRELLA VICENTE (mamá de Rafael, también del módulo de La Cumbre), participante en la categoría de padres.
Aquí os dejamos sus obras, para que todos podáis disfrutar de ellas. Y en días sucesivos las de todos los participantes, que también han ganado moralmente por su mera participación.

LA FAMILIA SE UNE EN NAVIDAD
(Por NEREA MACÍAS)

     Érase una vez un pueblo muy pequeño llamado Sierra Morena. Allí vivía una familia pobre. Su casa era muy pequeña y tenía un agujero en el techo y, como en aquel pueblo estaba nevando, le caían gotas.
    La familia estaba triste porque no tenía nada para celebrar la Navidad; también los niños se quejaban de por qué otros niños estaban cantando por la calle, cenando en sus casas y ellos no.
      Su madre les dijo llorando:
-"Porque no tenemos dinero para comer".
     De repente se oyó el teléfono, la madre lo cogió, y mientras seguía llorando, preguntó quién era. Era su tía; les dijo que cogiesen las maletas y, con el poco dinero que tenían, se fueran a pasar las fiestas con ella.
     Los padres y los hijos hicieron las maletas rápidamente y se montaron en el coche para ir al pueblo de su tía, que se llamaba Sierra Nevada.
     Cuando llegaron, los tíos estaban en la puerta esperándolos. Aparcaron el coche y echaron a correr a darle un beso.
   La tía les dijo que entraran y, menuda sorpresa: tenía la mesa preparada. Todos juntos, y muy contentos, se pusieron a comer.
     La madre dijo:
-"Estas son mis mejores Navidades"
     Y todos reunidos se comieron las uvas felices.


NAVIDAD: ILUSIÓN Y ESPERANZA
(Por ALFONSO CASTRO)


     La noche de Navidad es una noche mágica en la que todos los deseos se hacen realidad; es la noche de la paz, de la amistad, de estar en familia, de abrazar a los que están y recordar a los que faltan, de compartir y celebrar con emoción el hecho más importante que ocurrió a mi abuelo Antonio hace muchos años y que a mí me gusta contar.
     Es la historia fantástica de un hombre humilde, bueno y cariñoso al que la vida le jugó una mala pasada y, gracias a un milagro, logró recomponer su vida, la de su familia y vecinos, en el tiempo de Navidad.

    Era quince de Enero de 1986, en el pueblo de Villena; acababan de pasar las Navidades. Don Antonio López, humilde y excelente empresario, dedicado al calzado, vivía allí. Había logrado una gran fortuna que compartía con sus dos mil quinientos empleados, casi todos los habitantes del pueblo.
     En apenas dos meses. con la llegada de la crisis del calzado, el negocio se vino abajo, no pudiendo hacer frente al mercado exterior. Al producirse el cierre de la empresa, Don Antonio pasó a llamarse Antoñito que, acosado por las deudas y la incomprensión de los trabajadores, decidió junto a su familia poner tierra de por medio e irse a vivir a Madrid.
       En Madrid, Antonio cayó en una enorme depresión  ante la falta de dinero. Su mujer empezó a trabajar interna en la casa de unos señores; y sus cuatro hijos ingresaron en un centro de acogida.
       Antonio recorría las calles a diario buscando trabajo: cogía comida de los contenedores, recogía cartones e, incluso, fue apaleado por maleantes. Sólo comía comida caliente de vez en cuando, en casa de un antiguo trabajador llamado Carlos que también emigró a Madrid, y al que sólo la ilusión de encontrar trabajo para recuperar a su familia le mantenía en pie.

       Así transcurrían los días del abuelo Antonio. Hasta el día veintidós de ese mismo año, día en que ocurrió el milagro que cambiaría su vida.
       Aquella mañana, congelado de frío, intentaba dormir arropado por una manta y unos cartones, debajo del puente del río Manzanares, cuando oyó pedir socorro a una niña. Se trataba de Victoria, hija única, de seis años de edad, que había caído accidentalmente al río junto con su bicicleta cuando iba de  paseo con sus amigas y le fallaron los frenos.
        Al oír los gritos de socorro, Antonio no lo dudó un momento y se tiró al río a rescatar a la niña, mientras los paseantes llamaban a la policía y a los servicios médicos. Antonio había salvado a la niña de morir ahogada: ambos estaban hipotérmicos y fueron trasladados al hospital.

        Al día siguiente, ambos ya recuperados, fueron dados de alta y la prensa se hizo eco de la noticia a nivel nacional. Los padres de la niña agradecieron enormemente el gesto de Antonio. Eran Don Francisco Carrasco y su mujer. Él era un gran empresario de la banca; quiso conocer la situación personal en la que se encontraba Antonio. Éste le contó lo sucedido, a lo cual Don Francisco le dijo:
-"Busca a tu mujer e hijos. Yo te ayudaré, en agradecimiento, a poner de nuevo tu empresa en pie"
       Antonio le dijo:
-"Acepto su ayuda, pero una parte del dinero que yo obtenga de mi negocio lo destinaré a comedores sociales y a ayudar a los necesitados".

     El día de Nochebuena, Antonio y su familia resgresaron a su pueblo. Todos los vecinos les esperaban con alegría y emoción porque volvería a abrir la empresa. Esa fue la noche más feliz que se recuerda en el pueblo hasta el día de hoy, en el que Villena es el referente nacional del calzado.
        
       La empresa actualmente tiene cinco mil empleados y, gracias a la generosidad del  abuelo Antonio, todas las personas necesitadas son un poquito más felices. Por eso, año tras año, los habitantes de Villena celebran la noche de Navidad con inmensa alegría, recordando la hazaña valiente de uno de sus vecinos y se dice que el espíritu de Don Antonio López está presente esta noche más que nunca en todos los hogares de Villena infundiendo ilusión y esperanza.




NOCHE DE NAVIDAD
(Por ESTRELLA VICENTE)



         Es 24 de Diciembre, noche de Nochebuena. Nos juntamos todos en familia para cenar. No es la primera ni la última vez que nos reunimos para ello, pero siempre esta noche es especial.
        En casa, todo preparado: la cena, la mesa, el Árbol de Navidad, el portal de Belén, la pandereta...
        Poco a poco todos van llegando con los mejores presentes: sonrisas, besos y abrazos... y algún que otro regalo.
        Sentados todos a la mesa disfrutando de la compañia y de la cena, discreta, miro a todos los que esa noche me aconpañan:
A los abuelos, piezas fundamentales de este gran rompecabezas de la familia. Aunque ellos tal vez estén delicados, fortalecen la salud de los demás con su apoyo, su amor, su entrega...
A mis hermanos y cuñados, con los que compartimos diariamente alegría y dificultades, cuidándonos los unos a los otros como si de uno mismo fuera.
A mis sobrinos, pues para los tíos son el mejor regalo que pudieran hacernos los hermanos; para los primos, sus mejores amigos.
A mi marido, amante, amigo... que me ha hecho reír, llorar, me ha visto triunfar, fallar, por lo que es y será mi pareja en este camino.
Sin embargo, mi más emocionada mirada es para ellos, para los que llenan mi vida aun en ausencia de todo: MIS HIJOS.

       La mesa está completa, no sobra ninguna silla (...) pero en mi razón, que no en mi corazón, alguien falta.

       Después de disfrutar de la cena, y entre cantes, juegos y villancicos, al mirar por la ventana descubrimos algo inaudito.
         ¡Menuda sorpresa! ¡Navidades blancas! pues la calle comenzaba a cubrirse de una fina capa de nieve. Salimos todos a la calle a celebrar tan inesperado regalo navideño.
         Entre juegos y risas abrí mis manos al cielo para acariciar la nieve que caía. Sobre la palma de mi  mano un gran copo se podó. Perpleja quedé observando tan llana maravilla. En esta admiración, se levantó una suave brisa e hizo volar al copo. Pero en su vuelo se encontró con mi mejilla, cual tierno beso (...).
         Esa explosión fresca, delicada, cándida,... no me hizo nada más que cerrar los ojos y sentir:
"ESTA NOCHE SÍ ESTAMOS TODOS"

        De nuevo la brisa rozó mi cara robándome un beso que lo llevaría allí donde los copos se tornan en deseos.

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